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VESTIDOS DE BLANCO: EN LOS HOMBROS DEL PASTOR BUENO


LECTURAS DEL DOMINGO IV DE PASCUA 2019


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,14.43-52):

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquia de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios. El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo. Palabra de Dios


Salmo

Sal 99,2.3.5

R/. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo, y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.» R/.


Segunda lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (7,9.14b-17):

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancianos me dijo: «Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugara las lágrimas de sus ojos. Palabra de Dios.


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,27-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.» Palabra del Señor



COMENTARIOS A LAS LECTURAS

DEL DOMINGO IV DE PASCUA 2019


En cuanto comienza la predicación, comienzan las persecuciones, los insultos. Es una realidad de lo que implica una fidelidad molesta a los que no son fieles a la vida, al proyecto de la existencia. Pablo y Bernabé están de misión, es hora de ponerse en camino y hacerse palabra peregrina de gracia, de paz, de sosiego. Discípulos misioneros de alegría. Ante ellos, los judíos y prosélitos, nos dice la Escritura escuchaban, atendían, amaban lo que acogían…era la palabra de Dios en la palabra de los hombres fieles, creyentes. Esto es lo que levanta envidias: la escucha y el entusiasmo por la paz que recibe el corazón con la persona de Cristo, el cual es predicado por el amor. Hablar, ya lo veíamos el anterior domingo no es charlatanería, sino mostrar con palabras las voces interiores del Espíritu Santo. Un cristiano no habla, comunica, no seduce por interés, sino que busca enamorar por su ejemplar coherencia de vida a los que andan divididos. Para el creyente predicar es unificar. La alegría es justificada: ¡se está exponiendo la verdad!

Toda predicación ha de ser un signo de edificación y de destrucción. Predicar es tumbar las ideas obsoletas de la falsa libertad, despertar del sueño a los que viven en la irrealidad de sí mismos y de cuanto les rodea, Edificar en el Orden cósmico de la creación divina es saberse en la Creación divina y entenderse en la humanidad caída. El cristiano eleva la vida humana a creación divina, no como método aplastante, sino como reconocimiento de dignificar las horas y los días en los que andamos.

Puede provocar esta predicación heridas en los soberbios, persecución al vernos que despertamos, levantamos y animamos a los perdidos a regresar a su verdad plena: Dios infinito, que todo lo contiene, todo lo ama, todo lo sostiene. Si nos expulsa la sociedad por este predicar: canta, alégrate, es una buena señal. Nuestra Madre Fundadora decía que “lo nuestro no es tener éxito, sino hacer todo lo posible” y que “cuando hay tropiezos y persecuciones es señal de que vamos bien”. No nos persiguen por nosotros, sino por la Palabra de Jesús que contenemos. Pero digámonos la verdad también los cristianos, nos sentimos heridos porque nos persiguen. El amor propio ataca a nuestro ser creyendo que somos perseguidos, que no nos aman, que nos odian, que la gente misma de la Iglesia es enemiga; envidias, amores propios, guiados siempre por eso egocentrismo que nos juega tan malas pasadas y nos deja en vergüenza frente a los demás. No somos el objeto de persecución, sino el signo de contradicción porque vive en nosotros el Espíritu que nos hace gritar “Abbá, Padre”.

Y, si nos fijamos en tantos siglos de predicación, desde los Apóstoles hasta el día de hoy, vemos esta imagen maravillosa del Apocalipsis, donde Juan vuelve a tener una visión excelsa de los que han sido fieles. Sí, el Evangelio exige la valentía de los que creen.

Nuestra Iglesia está llena de falsos salvados, de hombres y mujeres extremadamente rezanderos, de los que no dejan de detener los labios por sus muchas oraciones, pero, que son incapaces de mantenerse fieles a la Cruz, al sufrir, a la obediencia. Viven su fe desde sí mismos y no desde la comunidad creyente, se arrojan a sí mismos como pecadores, pero perfectos por sus muchas penitencias, ayunos y obras externas que no tocan nunca el corazón. ¡Ya basta! Necesitamos cristianos que sonrían, que les duela el otro como hermano y lugar de santidad; cristianos qué si dicen amar, amarán hasta el extremo, diríamos ahora con el Apocalipsis: “hasta vestirse de blanco” y así poder ver a Dios. ¿De verdad que no hay anhelo en vuestro corazón, hermanos y hermanas de vestiros de Blanco? Como ovejillas, degolladas, pero gozosas de ser signo de vida de fidelidad al Pastor. Las ovejas fieles a la caridad, a la locura del darse y ofrecerse; ovejas pequeñas, pero con un alma grandilocuente de paz, de gozo. Sin temor a desgastarse por los demás.

Escucho a muchos que “salivan” a Dios, pero son tacaños, agarrados, no sueltan ni un peso para obras de caridad, ni están atentos a las necesidades de los demás. Cristianos que bailan y cantan y elevan las manos, que comulgan con tal devoción que el cielo se abre a su paso, pero cuyos ojos están cerrados a la realidad de Cristo en el hombre. En cuanto les tocas el bolsillo de su egoísmo…cambian, y regresan a su discurso divino, porque no tocarán sus bienes, se hacen los tontos; mientras los más necesitados mueren de hambre, pasan necesidad. Cuánta ceguera en el cristianismo. Cuántos serán los que se queden sin este maravilloso vestido blanco que nace en la sangre purísisma del Cordero Inmaculado.

Este siglo XXI debería volver a ser el siglo de Cristo en los cristianos. El tiempo de la tribulación donde la fe es tan fuerte, la caridad tan contundente y la predicación tan sólida, que el gozo y la alegría saltara en nuestro interior porque Dios nos ha mirado con amor, unido a su Pasión y resucitado por su Redención. “Estar ante el trono de Dios” que Dios acampe entre nosotros es la garantía para los creyentes de una vida abierta a la vida divina y a la humana. Vivir en clave de humanidad no es un descalabro, sino una acción dichosa de reconocer la encarnación de Jesús, el modo de vida que tuvo para santificar al hombre. Mis lágrimas serán limpiadas por las heridas de sus manos, cuyo aceite es bálsamo de una ternura infinita que ve más allá de las apariencias. Dios me ve y sabe cómo deseo predicar su nombre porque es el Nombre que habita en mí resucitado y resucitador.

Y, este domingo nos encontramos con la figura del Buen Pastor, pero no uno más, sino el único que se puede llamar Pastor, porque ha cuidado del ataque del lobo a su rebaño. No lo ha dejado a la intemperie, sino que lo ha protegido desde su pecho, haciéndose una muralla ante las incursiones de los malvados que querían entrar para devorar a las ovejas, al pueblo santo de Dios.

Una Iglesia en el Costado de Cristo, en el pecho del Señor es una Iglesia que escucha los latidos amantes del Redentor. Iglesia atenta, Iglesia dócil, Iglesia humana con todos los matices divinos que le hace ser presentada como Esposa del Señor.

Pero cuando la Iglesia se separa del Pastor Bueno, de Jesús, cuando se cree auto-salvada, cuando “ya cree saberlo todo sobre su Dios”, se pierde, deja de escuchar la voz que la guía, y al separarse, comienza a caminar fuera de la verdad. La autenticidad y veracidad de la Comunidad cristiana está en la escucha atenta a la voz del Pastor. Escuchar implica creer y quedarse, hacerse discípulo y evangelizador.

No es la imagen de Jesús, Buen Pastor la imagen del fracasado, sino del que es fiel a su puesto, del que se queda, sin dudar a las puertas del redil, el que conoce a cada oveja por su nombre, quien despierta en ellas la sana doctrina de ser amadas en comunidad y personalmente. El Buen Pastor da la vida, es la vida en abundancia. La unidad de Jesús con su Padre es garantía para el redil, convocado por el amor trinitario a conformarse con la esencia divina.

Ser parte del redil del Señor es la experiencia de un evangelio que se vive amando, me sostiene en la lucha y me libera de la mediocridad.

¡FELIZ DOMINGO HERMANOS!

 
 
 

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