![](https://static.wixstatic.com/media/fffa49_8754824755634798ad2526219aaf5dc6~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_1730,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/fffa49_8754824755634798ad2526219aaf5dc6~mv2.jpg)
Lecturas del Bautismo del Señor - Ciclo A
Domingo, 12 de enero de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (42,1-4.6-7):
Esto dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas». Palabra de Dios.
Salmo
Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
V/. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica. R/.
V/. El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él». Palabra de Dios.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17):
En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?». Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». Palabra del Señor.
COMENTARIO A LAS LECTURAS
DE LA LITURGIA DOMINICAL
Terminamos el tiempo de la navidad con el bautismo del Señor, el recuerdo de ese momento donde los cielos gritan con júbilo que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios amado. Un grito que hace saltar de gozo y temblar la tierra y a quienes habitan en ella.
Jesús es el primogénito de Dios Padre, es el canal de la Alianza, la Promesa cumplida, Dios Padre no nos abandonó a la suerte de los soberbios, sino que con la Encarnación de su Hijo, nos sumergió en esas aguas dulces de la humildad, donde ser, existir, son la realidad de tener libertad y personalidad en nuestras vidas. Jesús es la luz de la naciones, nos dirá hoy el profeta Isaías, sí, luz, porque si algo ha dado la encarnación es luz a nuestras oscuridades, vista a nuestras cegueras y nos ha abierto las cárceles de nuestras lujurias, pasiones, envidias, celos, de todo aquello que nos encadena a nosotros mismos y que es necesaria rebautizar en Jesús, para quedar limpios de toda mancha de pecado. Con ello, volveremos a ser siervos en el únicos Siervo: Jesús, el que tenía que venir al mundo.
Hemos de ser conscientes de que no podemos seguir en la ceguera de lo que ocurre ahora a nuestro alrededor, abrir los ojos, ser “llamas de Dios” que iluminen y no se dejen apagar. Eso es ser siervos del Dios-Amor.
Ser los humildes de Dios es una llamada a todas las sociedades, a todos y cada uno de los hombres y mujeres de buena voluntad que desean un mundo justo, capaz de amor y de perdón, de luz. Fuimos elegidos desde el pueblo judío (nuestros hermanos mayores) para ser metidos en la historia de la salvación; salvación que llega sólo por Jesús, que es el Pan de Dios, la Palabra de Dios y, que es Dios mismo. No me avergüenzo de pertenecer a un pueblo cuyas raíces son judías, sólo puedo dar gracias a Dios porque al revelarse al pueblo hebreo, ya se revelaba a mi mundo, a mi sociedad y me introducía sin temor en sus pasos por la tierra de Israel. Podría decir que soy un judío convertido, un hombre que pasó de las tinieblas a la luz maravillosa de Jesús, porque aceptar a Jesús es dejar la vida de ayer, el vino sin cuerpo, para ser vino añejo, el manto nuevo, que no puede mezclarse con el paño viejo, convertirse es creer en la nueva alianza: Dios con su pueblo en la Persona Santa de Jesús, Hijo de Dios, nacido de María por obra del Espíritu Santo y, esposo de la Iglesia, donde sus sacramentos son la vida del mundo.
Y todo esto nos lleva al momento culmen de la vida cristiana: el bautismo. No sólo una puerta que se cruza y ya, sino que se traspasa para quedarse tras la puerta y encontrar la salvación viviendo como ella nos exige. Pasar la puerta del Costado de Cristo es llegar a casa, vivir en ella, sentirse amado…ya no hace falta salirse de la casa.
Me viene a la memoria, tantos y tantas, que se alejaron de la casa después de haber pasado esa puerta bendita del Costado de Cristo. Dicen estar decepcionados, pero en el fondo, si la pasaron, estaban luego todo el día fuera, no vivían dentro del Corazón de Jesús, de su bautismo eclesial, sino que trapicheaban y vendían su fe al mejor postor. Cuántos se han ido por culpa de nuestro mal ejemplo, de ver en nosotros demonios, más que los hombres y las mujeres coherentes de fe. Somos unos escándalos para los demás, porque sabiendo que debemos amar, perdonar, servir, mirar…sacamos de nosotros lo peor: ira, envidia, cólera, partidismos, lujuria, poder…un desastre de creyentes y un anti-testimonio.
Por eso, recuperar el bautismo de Jesús en nuestra vida, será reencontrar ese camino en nosotros hacia la Puerta estrecha del Señor y pasar por ella, porque sólo si la pasamos y nos quedamos, veremos el cielo abierto y escucharemos la voz divina que nos envuelve: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto, en quien me complazco”. Voz que sólo se oye en el interior de los que ante la imagen divina del Señor en las aguas de Jordán, contemplan los hechos, los acogen y desean estar dentro de esas aguas que bañan el Cuerpo de quien es el Pan de la Vida.
El bautismo en nosotros, es una medicina, en Jesús era la señal para los heridos por el pecado (No te olvides que en Jesús no hay pecado). Entrar en las aguas es cumplir las Escrituras, podríamos decir que el cristiano será creyente cuando tome las Escrituras y crea en ellas como promesa y cumplimiento en la vida humana. Lo escrito en los libros sagrados, no es una lectura aventurera sin compromiso, sino la forma de vivir creyendo o de creer viviendo. Se adhiere a nosotros dicha palabra y lo hace de forma encarnacional. Es Jesús la Palabra del Padre que viene como médico a curar nuestras enfermedades del alma.
Recuperar el bautismo será saber que en nosotros hay vida espiritual, que entrar al Costado del Señor, escuchar su voz, vivir en él, es estar sellados con una marcha indeleble de amor. Nadie, nadie, jamás, podrá dejar de ser amado por el Señor. Porque su amor es infinito, como infinito y eterno es el sello del bautismo que recibimos en la Iglesia, esposa de Jesús. Además, el bautismo es la forma de que nuetsra vida, como el pábilo vacilante no se apague, no se extinga. Son muchos los que desean verte acabar, pero el bautismo es el permiso de Dios mismo en Jesús para que tu vida no deje de ser aun en tiempos de dificultad. Muchos ontentarán apagarte, extinguirte...pero tú eres bautizado, es decir, luz indestructible.
Sentirnos orgullosos de estar bautizados es saberse amado, tan amados, que ya no se quiere vivir sino en sólo Dios, “que me amó y se entregó por mí”, como dirá san Pablo. El bautismo te lleva a las aguas de la salvación y eres ungido para ser heredad del cielo. Es el Espíritu el que actúa en ti, no eres una carne inerte, sino espiritual. No sólo eres el conjunto de huesos y tendones, sino la unidad perfecta del que puede optar por ser libre por su espiritualidad. Quien es bautizado es espiritualizado desde dentro de los signos externos como es el agua, el aceite consagrado, la vestidura blanca, la luz… todo ello nos lleva a un interior maravilloso de paz, porque, como he dicho somos amados.
FELIZ DOMINGO.
Comentários