RESUCITADOS: RADICALES DEL AMOR
- comunidad monástica
- 9 nov 2019
- 8 Min. de lectura

Lecturas del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):
En aquellos días, sucedió que arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: «Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres». El segundo, estando a punto de morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna». Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron que sacara la lengua, lo hizo enseguida y presentó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «Del Cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios». El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida». Palabra de Dios.
Salmo
Sal 16,1.5-6.8.15
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
V/. Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R/.
V/. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R/.
V/. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5):
Hermanos: Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado. Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo. Palabra de Dios.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y de descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos». Palabra del Señor
COMENTARIO A LAS LECTURAS DEL DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Siempre ha causado en mi fe la lectura de este libro de los Macabeos una inmensa alegría. Observar las posiciones de estos “rebeldes” de la fidelidad a la Ley de Dios. Podríamos ver en ellos una cierta soberbia o arrogancia a verlos como intransigentes o radicales, sin postura al diálogo, sino encerrados en sí y en sus creencias. Pero realmente esto era lo que les sostenía y daba esperanza: su fe, su camino de Ley al Dios Creador. No eran autómatas de leyes ni de miedos religiosos, sino hombres de un resto del pueblo fiel que se abstuvo de manchar su creación con lo antievolutivo de la sociedad en la que habían caído y cuya paganidad les hacía retroceder hacia la idolatría, dejando al Dios vivo; muchos de su pueblo lo hicieron, pero este grupo de hermanos, a la cabeza con su madre fiel, se mantuvieron firmes en sus creencias. Por eso verles tan confiados en su Dios me anima, me hace saltar el corazón de alegría al saber que la fe implica compromiso fiel con Aquél a quien amamos, a Jesús.
El autor del libro de los Macabeos pone en los labios de los siete hermanos y de su madre, palabras confiadas, contundentes, inviolables, donde la “cabezonería” compromete hasta los tuétanos de nosotros mismos. Palabras llenas de una ternura y confianza, de una claridad inmensa en su fe.
Ahora, ya no somos un pueblo rebelde ante las situaciones de muerte que nos rodean, ya no somos esos radicales del amor, nos vendemos fácilmente al mejor postor y cambiamos de camino según nuestros intereses. Por haber abandonado la fidelidad, caemos en la idolatría y la bipolaridad esquizofrénica de los que no saben quienes son, qué son y a qué estamos llamados a ser.
Valor, sí, valor macabéico, de jóvenes que no les tiemblan la voz ante el mundo de muerte, de los desilusionados de la vida. Valor de fe, valor de cielo, valor de amor. Que venga sobre nosotros las persecuciones, los dolores, las muertes ignominiosas y el martirio, no nos asusta cuando nos amedranta el mundo e intenta acobardarnos con sus coacciones de muerte. Sabemos qué valor tiene la vida y cuál es su origen. Mejor que él, Entendemos nuestra existencia como un paso y un don por el mundo. Todo es pasajero, pero para nosotros, todo es eternidad por la fidelidad. No tememos morir, porque lo nuestro siempre será la vida.
Siempre habrá personas que no sepan del valor de la vida y se crean con autoridad de quitarnos de en medio; personas que quieren decidir ideológicamente por nosotros o nos presionen para que dejemos nuestro camino creyente. Personas sin escrúpulos que desprecien nuestro actuar y nos insulten, queriéndonos quitar de en medio…No debemos querer ser “moneda de oro” para todo el mundo, sino que debemos mantener nuestra fidelidad cristiana cuyo pensar es actuar en favor de la vida siempre. No nos asustan los que nos amenazan con quitarnos la vida si perseveramos cristianamente. Somos hijos de la luz y por ello, estamos preparados para hacer “obras buenas” aunque nos insulten y persigan. Ante las pruebas y los obstáculos, nuestra fe no es una imposición a nadie, sino nuestra opción fundamental por el Reino, por el amor en servicio, por hacer siempre el bien. El Señor se encargará por la fidelidad de librarnos del Maligno.
La Palabra de Dios no es una trampa para hacernos caer, sino la posibilidad misma para no caer. No podemos utilizar la Palabra divina para nuestros intereses así como para manipular situaciones o momentos de la vida humana. La Palabra es Dios mismo y en él no hay mentira. No es una palabra cualquiera, sino la Palabra por antonomasia que es inmanipulable. Es una Palabra auténtica, donde no hay doblez.
Si vas a ir a la Palabra en busca de tu verdad y de las verdades que necesitas hazlo con humildad y serenidad. No vayas a ella para atacar y destruir lo humano, sino que ella te sirva para que lo humano sea ensalzado en lo divino, para que la historia del hombre quede envuelta en una halo de encarnación.
Porque son muchos los que atacan con la palabra de Dios y muchos los que la usan para sus intereses personales, económicos o de enfrentamiento. Y en temas tan importantes como los que se tratan hoy en el evangelio, la Palabra sólo debe ser vista con la fuerza del amor sanador y no del ataque que se busca entre los hipócritas y el Señor Jesús, los cuales sólo buscan meter al Señor en problemas frente al pueblo. Nunca ataques a Jesús con su Palabra, porque es ella la que te crea y la que te hace creíble. Ámala, protégela, sacralízate en ella y ve tu historia en ella.
El compromiso del Señor con el hombre es la eternidad, las bodas mesiánicas, las que nos hacen sentarnos en la Mesa del Cordero. Los sacramentos mismos no son trampas, sino formulaciones concretas del amor de Dios por el hombre y su realidad plenificadora. Es la forma con la que Dios ha querido hacerse parte de la humana experiencia del ser.
Si no crees no tientes, si no vives como humano, no exijas a Dios humanidad, si no descubres en tí el misterio, no profanes el Misterio. Porque somos así de caprichosos y exigentes. Siempre rigurosos con los demás y con nosotros laxos. Cargando a los otros con fardos pesados sin ni siquiera nosotros tomarlos en nuestros hombros. Que sean los demás los que se esfuercen, nosotros descansemos. Esa realidad está haciendo daño a nuestra vida misma.
Hay que comprometerse con la vida, si no, seremos estructuras sin acabar de hombres. Siempre todo a medias, cuando nuestra realidad es término y conclusión de un proceso humano de transfiguración.
Pero ahora estamos en un mundo donde todo es revocable, ya no existe la irrevocabilidad de lo esencial. Nos estamos acostumbrando a vivir en lo mutable, todo es falible, el hombre no puede llegar a ser transcendente, cuando llega a su limite se conforma y empobrece, porque no despierta lo que en él existe: vida sacramento, que es el Cristo-Hijo de Dios-Sacramento. La falta de ese compromiso de fe nos lleva a dejarnos matar y a no asumir el reto de la familia, ni de hacer obras buenas por el hombre, nos apaga en esa realidad circundante humana y nos paraliza la acción de amor y de amar. Y por eso, es mejor, dejar de creer, dejar de tener fe, dejar de vivir en compromiso. Así, libre de responsabilidad, haré lo que quiera, viviré como quiera, asesinando la libertad y lanzándome a los brazo del libertinaje.
Me gustaría poder sacarte la fuerza de los hijos de los Macabeos, la fe profunda de los que saben que al vida es una realidad vivencial y que con ella no se juega, se enfrenta y hace experiencia del amor grande. Que te veas y entiendas como cristiano con una fe clara que no nace de la reflexión intelectual pura y narcisita, sino de la fe intimada, contemplada, cuya capacidad siempre es el misterio al que se cree porque su obrar es tangible por el amor.
Hacer de tu vida un compromiso esponsal requiere que aceptes el "sí" de las bodas eternas, el "sí" del martirio, el "sí" de los enamorados que asumen retos y compromisos fuertes y así, el día que seas llevado ante el trono del Esposo, sepas que perteneces a los valientes defensores de la vida.
FELIZ DOMINGO.
Comments