OPCIÓN DE CORAZÓN ETERNO
- comunidad monástica
- 7 sept 2019
- 7 Min. de lectura

LITURGIA DEL DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
(8 DE SEPTIEMBRE))
Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (9,13-18):
¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?,
o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere?
Los pensamientos de los mortales son frágiles
e inseguros nuestros razonamientos,
porque el cuerpo mortal oprime el alma
y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.
Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra
y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance,
¿quién rastreará lo que está en el cielo?,
¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría
y le envías tu santo espíritu desde lo alto?
Así se enderezaron las sendas de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada
y se salvaron por la sabiduría». Palabra de Dios.
Salmo
Sal 89
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V/. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.
V/. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
V/. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervo. R/.
V/. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Segunda Lectura
De la carta del apóstol san Pablo a Filemón (9b-10.12-17):
Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo.
Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad.
Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que silo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí. Palabra de Dios.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío». Palabra del Señor.
COMENTARIOS A LAS LECTURAS DEL DOMINGO XXIII
Somos “obra de sus manos”, dirá el salmo 8. Obra de las manos del Creador, creados por una plena libertad divina, nuestra carne está moldeada, regida fundamentada en esa libre acción del Dios de Jesucristo que nos ha creado por amor. Sin embargo, nuestras neuronas no llegan a entender la grandeza de esta creación y nuestro cuerpo abatido por el raciocinio desolador, no encuentra ni la fuerza y la esperanza para salir delante de ese mundo de libertades, parecieran lejanos a nosotros mismos. Y, ¿cómo puede estar la libertad tan lejos, cuando ha sido ella, la que nos ha creado? Sí, la libertad que está en el Ser Divino, Trinidad Santa, libertad de amores y acciones de cercanía y comunión. No, no puede ser. Si Él nos ha creado, nosotros somos finitos, pero no dejamos de ser esencia de la infinitud del Creador. Porque nos ha creado desde su darse a nosotros, sin reservar ni un solo detalle de lo que Él es. Creados en lo temporal, pero con un corazón eterno.
Creo que el hombre ha de comenzar a ser un sabio, pero no me refiero a intelectualidades, ni datos, ni ciencias infusas…nada, nada. Me refiero a entenderse en esta clave, que pareciera que para muchos es una cárcel, la clave de ser creados y ser amados en lo creado, seres finitos, pero no por egoísmo, sino por defecto de la misma libertad a la que hemos sido convocados y de la cual hacemos tan mal uso. Porque no somos libres. Nos decimos libres, buscamos la libertad, hablamos de ella, pero somo una cárcel para nosotros mismos. Es hora de sabiduría, donde me descubro libre, auténtico y sin complejos.
Yo quiero volver a ser un niño en los brazo de Dios, quiero no olvirme de la sabiduría puesta en mi creación que me habla y silencia al tiempo del Amor más grande que habita en mí: Dios Trinidad. No quiero saber más de lo que el Señor quiera que sepa, no busco adelantar a Dios en los designios del mañana, sino trabajar y esperar a que Él hable. Y como dice otro salmo: “No pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño, en brazos de su madre”. Así quiero existir. Si algo debo conocer, saber, llorar, deseo que sea la voluntad del Eterno en mí. Si he de enfrentarme a los momentos de la vida, no quiero hacerlo sino por la fuerza del que sabe “que mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros”, sino el pequeño de los brazos de Dios.
Se me escapan cada día muchas cosas, que no puedo dominar, ni sostener…soy falible, pero no me asusto de ello, sino que con humildad miro al cielo y le digo: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”, porque no deseo ser aquél que está por encima del Señor, sino a sus pies, confiado. El mundo me llevará a querer saberlo todo, manejarlo todo, decidirlo todo. Prefiero ser como la hoja en el suelo que con el viento va hacia los lugares que ella no decidió, porque quizá allí, encontraré mi descanso.
Y, aquí ahora, tras lo comentado, vemos a un Pablo encarcelado y con entrañas profundas de misericordia. Ante su situación, dona a quien le acompaña y le sirve de consuelo cristiano, desea devolvérselo a su hermano en la fe, pero ya no como esclavo, sino como hermano. ¿No es la libertad y el conocimiento puntos referenciales para la caridad cristiana en acción? Sí, yo pienso que sí, porque podría retener a alguien por miedo, sin dejarlo volar, sin permitir que surgiera en aquél a quien retengo la obra y el proyecto de Dios. Muchas veces el proteccionismo hacia las personas que amamos no nos deja hacer crecer ese programa divino, o quizá los obstaculizamos. Recibir al hermano, soltar al hermano es una clave de libertad afectiva al tiempo que de un amor profundo y sincero por las personas. No hemos de temer ser libres en este aspecto de la fraternidad o del pedir perdón o reconciliar situaciones.
La libertad en nosotros da un paso más cuando nuestra vida a entendido qué es lo más importante y esencial de ella. Si hablamos de libertad, entonces hablemos de seguimiento y de opciones. No es compatible un cristiano seguidor de Jesús con un inmaduro familiar o comunitario. Me refiero a esos que siguen a Jesús desde la comodidad de su forma de vivir, cuando quizá fueron llamados a altas esferas espirituales, pero siempre están con los miedo del futuro incierto del Evangelio. Cristo no necesita cotorros o cotorras (que de todo hay) que vayan predicando su palabra y ya, es como un medio de trabajo o de alivio espiritual a las cobardías del alma. Hablan y hablan, rezan y reza, pero jamás se comprometen en serio con lo que predican. Cuando el Señor, muchas veces podría estar llamándoles a una vida consagrada o sacerdotal o de virginidad por el Reino de los cielos, ellos, se entristecen, (como el joven arrogante del evangelio que se quedó triste cuando Jesús le dijo que vendiera todo y diera a los pobres y luego le siguiera) de eso, hay muchos.
El evangelio no necesita lastres humanos, personas que paralizan el fuego del llamado divino. Matrimonios, solteros, consagrados, ordenados, todos son parte de la llamada, ciertamente, pero, muchos de los que han sido llamados a la vida de seguimiento desde la vocación religiosa o sacerdotal, no son sino niños de pecho, siempre caprichosos, que no se deciden por nada, vidas, en el fondo apegadas.
Dejarlo todo y tomar la cruz, yendo en pos del Maestro, es una decisión sin tintes, ni moños, ni fuegos de artificio, sino de un vaciamiento extremo y doloroso, donde “dejo de vivir yo, para que viva el Señor”, no se compagina el Evangelio con la buena vida, es imposible, predicar a Cristo si no estamos vestidos de sayal, es decir, desapegados de todo, aunque tengamos cosas, libres en el corazón. La cruz no es una “obra de teatro” sino lo dramático de la vida humana en la persona de Cristo, que nos redimió. Por su sangre hemos sido salvados.
No necesita la Iglesia soldados de Jesús, que son incapaces de coger el yugo suave del Señor y seguirle. Ni necesita de fuertes guerreros que, tras su predicación, se cambian de vestuario y son otros. Las torres que quieras construir no pueden ser de juguete, o sobre arena, porque te, se, hundirán.
Has de construir en el doloroso espectáculo del silencio del que muere por amor: Cristo. Has de fijar ahí tu mirada para que dejes, dejemos, de traicionarlo. ¡Basta de una Iglesia traidora! Que sólo se alimenta así misma. Somos carne de Cristo para el mundo y hemos de alimentar a los que sufren, con Cristo. Si vas a la batalla, no vayas con un horario de lucha, el cristiano se adentra libremente en el sinfín de la lucha por defender la verdad de su cristiandad. No necesitamos soldaditos con horarios salvadores, sino de ministros 24 horas al día, donde dan la vida por sus amigos con la libertad de los que están enamorados de Jesucristo. Renunciar a los bienes materiales con alegría y no con cara de amargados espirituales, que también de esos, hay muchos.
FELIZ DOMINGO
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