DOMINGO 27 DE ENERO DE 2019
- comunidad monástica
- 26 ene 2019
- 8 Min. de lectura
JESÚS EN LA SINAGOGA

Domingo, 27 de enero de 2019
Primera lectura
Lectura del libro de Nehemías (8,2-4a.5-6.8-10):
En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley.
El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén».
Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.
Entonces, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley).
Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 18,8.9.10.15
R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
V/. La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,12-30):
Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos.
Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.
Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.
Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.
Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.
Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,1-4; 4,14-21):
Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribirtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollandolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Palabra de Dios
COMENTARIOS A LAS LECTURAS DEL DOMINGO 27 DE ENERO 2019
Es un momento solemne para la comunidad reunida, va a hablar Dios a través de la Palabra del Señor y de sus sacerdotes, de sus ministros. La ceremonia es para aquellos que tienen uso de razón, tanto grandes como pequeños, porque todos están llamados a entender lo que Dios quiere de su pueblo. Podemos decir que es un pueblo a la escucha y que entiende perfectamente que sin el Señor, sin la Ley contenida en el libro, su humanidad carece de futuro esperanzador.
“Este es el día consagrado al Señor” ¿Entendemos hoy esta expresión poderosa de pertenencia? “CONSAGRADO” al Señor, es decir, el tiempo apartado, dedicado en exclusividad al Señor Dios.
Consagrarse a Dios es “no estar triste ni llorar”. Recuperar la consagración no es sino regresar a la realidad más plena y profunda de la que el ser humano es portador: el bautismo. Quienes hemos recibido el bautismo, nos encontramos consagrados en exclusividad al Señor, incapacitados para el espacio mortuorio de los ídolos.
La consagración bautismal se nos da desde el cielo por medio del Sacramento, pero es una gracia divina que necesita espacio, tiempo, centración por nuestra parte para que crezca y germine; sin nuestro compromiso, ésta gracia de consagrados, puede morir.
El hombre de hoy, la mujer de hoy, viven en una crisis insoportable con la que no pueden luchar con sus fuerzas y sus consecuencias están ahí: tristeza, lágrimas, obstáculos, depresiones.
No es fácil bandear la vida, hacerla frente por las hipócritas maneras con la que la sociedad nos está invitando a actuar. Pero, nuestra fe debe ser contundente frente a esas situaciones humanas, dolorosas y poner la alegría de la Palabra misma que sostiene. Creer a la Palabra es tener esperanza en el hoy, en el mañana. No somos ingenuos creyentes, cuyos ojos lo ven todo color de rosa, no. Todo lo contrario, tenemos tan abiertos los ojos que vemos con la claridad de los que aman, de los que sirven, de los que están humanamente sensibles a cualquier situación. Por eso mismo, la Palabra, el tiempo de consagración al tiempo de Dios en los Sacramentos es tiempo de salvación.
Así es, san Pablo, maravillosamente nos lleva al Cuerpo de Cristo y nos recuerdo en él que somos, la comunidad el cuerpo de su propiedad. La Consagración que bautismalmente hemos recibido el día en que se nos sumergió en las aguas de la Salvación, no nos hace islas sino todo lo contrario: cuerpo santo, consagrado a Dios, miembros de una misma realidad humana y divina que es la Iglesia.
Al mirarnos hemos aprendido el valor de la fraterna comunión. Estos es una necesidad ontológica del creyente: mira para encontrarse con el otro y descubrirle en la verdad de la comunión. Consagrados al Dios Uno y Trino para formar el Cuerpo único del Señor en la Iglesia. No hay envidias, no puede haberlas. No existen espacios de egoísmos, ha de abrirse paso la caridad del cuerpo donde cada uno de sus miembros es una gracia para el otro, para el mundo. Nos miramos “no para no pisarnos la manguera” (como dicen por ahí), sino para entendernos con la mirada, cuando las palabras ya no llegan o han de enmudecer frente a los que nos atacan y en donde una sola mirada implica el amor en el actuar, la razón frente a los razonamientos equívocos y partidistas. Miradas que consagran y que nos consagran. No envidio a mi hermano, sino que alabo a Dios por él, no le quito su importancia, sino que ayudo a mantener su presencia que es bendición. Amor entre los que formamos el cuerpo de la Iglesia para ser “la sal y la luz del mundo”. Así que ya sabes hermano, hermana: mira de forma consagrada y sé aquello que el Señor mismo te ha dado para que ilumines.
Ya san Juan marca la “solidez” de las enseñanzas cristianas. Y, esto si nos viene de maravilla porque nos encontramos en un mundo muy vapuleado por la fragilidad de sus propuestas, muchas de ellas son vientos, ideologías que acaban allí donde han comenzado como intereses personales o maneras de desestabilizar la interioridad del hombre. Necesitamos solidez, es decir, fundamento. La humanidad ha de volver a encontrarse con esa fórmula de valores claros y, sí, cristianos. No hay otra forma, porque no hay otra verdad que libere más que la Persona (que no ideología) de Cristo.
La Historia de Cristo no es un conjunto de anécdotas. No se puede ver la vida de Cristo y sus acontecimientos en la historia como unos pasos sin relevancia o como uno de más de los muchos charlatanes o pensadores que por esos siglos transcurrían. El cristiano sólo puede ver y acercarse a Cristo como el lugar de su ser consagrado. Ahí el hombre entiende su consagración y su vida, ya no es una anécdota ni una ideología como muchas de los lenguaraces que pululan por ahí, sino los sellados por el Espíritu que envía a proclamar la alegre noticia de la Ley del amor encarnado, de la vida de los Sacramentos. Jesús es para el cristiano su forma vital de sentir en su interior la fuerza-creación, es un respirar para valientes que reconocen en Jesús al Señor de la historia concreta, real, sin inventar y, por eso, ponen en él su esperanza. Los creyentes son los que miran a Jesús pero para creerle y obedecer, ya que sus palabras, las que salen de la boca de Jesús son “palabras de vida eterna”.
No somos lo creyentes sino “ecos profundos” del Señor Jesús que al anunciar el gozo del Evangelio proponen la libertad al corazón de los hombres. Ellos, liberados, liberan. Pero hay que hablar, incluso en las dificultades, cuando el tiempo es contrario, podemos ser perseguidos pero la pregunta es clara: ¿qué estamos dispuestos a dar? Nada vale ni tiene valor si no es la interior experiencia de humanizar con la Palabra que da alegría y gozo. Sólo Cristo es, para nosotros la luz del mundo, el Ungido, la Autoridad que necesitamos.
FELIZ DOMINGO.
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