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DESCENDER PARA PODER ASCENDER: LA RESPONSABILIDAD


Domingo VII (Ascensión del Señor) 2019


Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11):

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» Palabra de Dios

Salmo

Sal 46,2-3.6-7.8-9

R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas

Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R/.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Palabra de Dios


Evangelio

Conclusión del santo evangelio según san Lucas (24,46-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. Palabra del Señor



COMENTARIOS A LAS LECTURAS

DEL DOMINGO DE LA ASCENSIÓN (2019)

Los Apóstoles le hacen una pregunta: “¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” Mirad que es una pregunta como las que se hacen ahora, hoy día, aunque con el abismo de la expectación y del amor por el Señor de aquél entonces. Ahora se hacen esta clase de preguntas a los creyentes, preguntas que quieren respuestas inmediatas, donde todo queda libre de duda. Pero nuestra intención es preguntar y recibir respuestas temporales, por cuestiones humanas, frutos de nuestras pasiones, decisiones y egoísmos con el poder del cielo, para librarnos nosotros de la responsabilidad. Quizá este domingo de la Ascensión sea el domingo, precisamente de la responsabilidad. Dejar de hacer preguntas que no nos sacan de nosotros ni nos llevan al otro.

Que Dios me lo solucione todo, que sea Él quien se encargue de “sacarme las castañas del fuego”, yo, ante lo que ocurre, no hago nada, no vaya a ser que me equivoque, sería un poco lo del siervo que recibió un talento y, por miedo lo enterró, vino su amo y pidió cuentas, demostrándose la holgazanería de su vida. No hagas preguntas al cielo, sino adéntrate en el cielo de Jesús, allí donde sube. Pertenezcamos a la Comunidad cristiana de la Pasión de amor, de la Justicia Divina bajo el don de la misericordia, subamos con Jesús Resucitado al cielo para poder contemplar la realidad de la tierra, ver al hombre en su esencia, en su realidad y, dejar de huir, quedarnos para ayudar y comprometernos. Porque deseamos conocer los tiempos de Dios y, estos no son los nuestros, deseamos solucionar las cosas a un ritmo frenético de lujuria y muerte, queremos la restauración del tiempo, pero sin vivir en él, porque nos escapamos, deseamos que venga ya Dios, Jesús, y haga que todo sea nuevo, olvidándonos que tenemos como Iglesia una seria responsabilidad de la cual depende que entremos al cielo. Dios hará su parte, sin duda en ti, pero tú has de hacer la otra parte para honrar al Dios que te creó, debes ofrecerte sin temor alguno y ser esa imagen evangélica de la “sal y la luz” para el mundo.

Querer saber demasiado es aplastar el misterio en nuestra nada, es mejor que nuestra nada sea arropada por el don del Señor, que es quien nos lo enseñará todo. Quedar, podríamos decir, bajo la acción y Señorío del Espíritu Santo, que es quien hablará por nosotros incluso en la persecución.

Dejemos de mirar al cielo sin comprometernos, más bien, abramos la mirada de los ojos internos y externos a la tierra, observemos y…actuemos. Porque si seguimos viendo el espectáculo del Señor al cielo, no encarnaremos sus palabras, que se hicieron vida, no entenderemos la pasión sacramental de su corazón, no seremos “vaso de agua”, ni ungüento de sanación para nadie. La Iglesia mira a la tierra porque su misión está aquí. Mira para no olvidar el rostro de Jesús en la humanidad y se hace Reino que restaura ya en el corazón del hombre su imagen original: ser hijos de Dios. ¿Quieres que se cumpla ya el tiempo de Dios en ti? Entonces bienvenido a la Iglesia santa, esposa de Cristo y Maestra espiritual de sus hijos.

Los hijos de Dios en la Iglesia son aquellos que están bajo la acción del Espíritu que nos da sabiduría y revelación. Dios Padre es quien desea y entrega dicha revelación en el Hijo y es proclamada por el Espíritu Santo como espacio de encuentro entre Dios y su criatura.

Debemos por ello ser un pueblo cuyos ojos estén iluminados de forma que entendamos la esperanza a la que estamos llamados y la riqueza de gloria que nos espera.

Antes decíamos que hay que abrir los ojos, que la gloria del cielo es una visión que la Iglesia debe tener en su retina sin olvidarse de su esencia divina y creación de cielo, pero que esto, realmente tiene razón de ser verdad en cuanto ella mire a la tierra, se comprometa con ella y salga al encuentro del hombre que necesita luz.

Tras la Pasión de Jesús y esos cincuenta días en los cuales se hace presencia eucarística entre los suyos para afirmarles en la fe, Jesús ha de volver a su Origen, a su Esencia y Transcendencia, así como a su Omnipotencia junto al Padre. La ascensión para Él no es un premio, es la realidad concreta, visible de quien es. Asumió lo físico y corporal en la encarnación, vivió siendo un humilde hijo, se presentó a su pueblo con fuera y valentía, pero ahora, este cuerpo que contuvo la divinidad ha de ser glorificado por la esencia de su contenido: Cristo, el Hijo del Altísimo. La Ascensión es, por tanto, parte de la misión de nuestra evangelización.

Las Palabras del Maestro van al corazón de los discípulos. Palabras duras, pero necesarias para madurar una fe única y transformante en la Persona de Jesús. El sufrir no es baladí, morir, no fue una apariencia en el cuerpo de Jesús, todo lo contrario: es necesario que pasara todo eso para que los que crean en Él sepan que les espera una vida de infortunios, persecuciones, momentos de crisis brutal, oscuridades y pesadumbres infinitas.

Pero, todo esto sólo nos hace encontrarnos con lo esencial, dejarnos de la mediocre vida en la que nos encontramos y en la que nos deprimimos. Escuchar al Maestro es entender dónde está lo fundamental: en Él y Él, lo abarca todo, en él todo puede ser restaurado, recapitulado.

Y, Ante estas realidades, las grandes verdades: Habrá perdón de los pecados, misericordia, ¡qué gran fiesta Jesús has preparado para nosotros! Deseas ascender ascendiéndonos, quitando el peso que nos arrastra hacia lo imposible de ver: el cielo, la luz, la transparencia y la limpieza. Eres hermoso, Señor.

Nos bendices, tus discípulos se postran en el este momento, han recibido los dones para ser testigos, fortalecidos en la ciudad, sin huir, como antes, sino fieles y preparados, sólo así recibirán el Espíritu Santo, el Dador de la vida está ya en la comunidad con esta bendición del que asciende a su trono.

Me siento orgulloso de pertenecer a esta Iglesia ascendente, en la realidad de lo descendente. Quiero ascender descendiendo, sin miedo, Dios me ha dado un Defensor: EL Espíritu de la Verdad, el Santo.

 
 
 

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