CRISTIANO: REALIDAD QUE SE VE
- comunidad monástica
- 5 oct 2019
- 7 Min. de lectura

LITURGIA DEL DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
(6 DE OCTUBRE 2019)
Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,2-3;2,2-4):
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver crímenes y contemplar opresiones? ¿Por qué pones ante mí destrucción y violencia, y surgen disputas y se alzan contiendas? Me respondió el Señor: Escribe la visión y grábala en tablillas, que se lea de corrido; pues la visión tiene un plazo, pero llegará a su término sin defraudar. Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará. Mira, el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá. Palabra de Dios
Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
V/. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.
V/. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
V/. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masa en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,6-8.13-14):
Querido hermano: Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,5-10):
En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. ¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”». Palabra del Señor.
COMENTARIOS A LAS LECTURAS
DEL DOMINGO XXVII
Este tímido profeta que tan poquito aparece en nuestra liturgia es un profeta, aún así, grande, porque sus ojos están abiertos a las realidad. Ciertamente, me podéis decir que la visión de la realidad es muy distinta para cada persona y que donde uno ve azul, el otro puede ver negro, que donde uno dice “vida”, otro puede decir “muerte”. Soy consciente de esto, pero la realidad a la que me refiero no es la que siempre sale par adarme la razón o la que me hace quedar como triunfador ante los demás. No, la realidad, me guste o no, soy yo, por eso, ¿qué clase de realidad soy? ¿Vivo o muero? ¿Pertenezco a los hijos de la paz o de la guerra? Fijaros que importante es tener estos claro, porque sino, en mi espejo no me veré a mí, sino a los demás, ellos serán los que aparecen y yo, quedare desfigurado en la irrealidad de lo que ellos quieran. Mirarme y verme en ese espejo vital de cada día es la no posibilidad de desfigurarme cada vez que no me gustan las cosas que pasan y le hecho la culpa a los demás. Mirarme y descubrirme en mis oscuridades y esperanza es la única posibilidad de no tener excusas para ser feliz y ser yo.
Habacuc tiene una visión dolorosa entorno a él, por más que no quiere ver, la ve y encima, Yahvéh le pide que la escriba porque el tiempo dirá cómo se cumple.
Una visión de la realidad que no nos gusta ver, es la escena de la televisión que estamos viendo y cuando llega una imagen dura cambiamos de canal para no involucrar el corazón, los sentimiento. Los cristianos somos una realidad, no somos unos fantasmas sociales, de los que abandonan, asustan, pero se van, vuelven, pero no son. Somos los cristianos la realidad más excelsa de vida en medio de la muerte. Ver, contemplar dolorosamente el sufrimiento es, como decíamos el domingo pasado, salvar al hombre de la muerte que la sociedad quiere imponer al ser humano cuando ya no sirve (dígase un enfermo, un moribundo, un enfermo terminal, un niño no nacido). Decíamos que el hombre no quiere quitar el dolor del hombre sino al mismo hombre de en medio.
Ver, como Habacuc es llorar, pero también ser fuertes en medio de lo que parece que no tiene futuro. Queremos mirar, abrir los ojos y profetizar que si el hombre no vuelve a Dios, éste morirá en sí. Vemos por ejemplo por la televisión los grupos abortistas en México, queman Iglesias, escriben y pegan carteles en las paredes, cantan que ellas son las que deben de decidir lo que quieran con el niño que está en las entrañas. La culpa de la negación del aborto la tiene la Iglesia, al menos eso parece para ellas. Como si el hombre no cristiano fuera atentado para la vida. Todo lo contrario, el hombre está llamado a vivir. La fe defiende a la mujer y al hombre, al niño y al anciano por igual, porque en ellos, hay vida. Un país donde la Emperatriz de América dijo a san Juan Diego: “No temas, yo estoy aquí, soy tu madre” no basta para callar a estas mujeres que escupen la vida por su malévola depravación. Ver tanto dolor, nos supera a los cristianos, pero no debemos dejarnos vencer por el dolor, sino calmar el dolor con el amor. Dios nos pide que no callemos, aunque duela al mundo lo que debemos decir. No hablamos para que nos den la razón, hablamos porque nuestra convicción de vida es salvación. La convicción siempre estará de parte de la vida, jamás de la muerte
Predicar, hablar…ya vemos lo que nos dice el apóstol Pablo, es una realidad, como lo es la vida del cristiano de no tener un espíritu de cobardía, sino ser fuertes, con el amor y la templanza para que quienes nos escuchan estén bajo la luz de la verdad que nace en el cielo de los que tiene fe. Nosotros, ya lo hemos dicho, no queremos ganar batallas de amores propios, sino la cruz hermosísima del Señor que vence a los enemigos de la vida con el amor redentor del que se ofrece como testimonio de fe.
Nos miran, soy consciente, nos critican, lo mismo. Muchos nos dan golpes y se burlan, hasta conseguir perseguirnos y azotarnos con infamias. ¡Somos perseguidos como los primeros cristianos!, ¡somos testigos del Resucitado!
No te avergüences de tu fe, aunque te insulten, mantén la cabeza en alto como un soldado de Jesús que sabe que la batalla no es contra el hombre, sino contra las fuerzas del mal que actúan dentro del hombre poseído de tristeza, de angustias, de miedos…de los hombres y mujeres que abatidos en sí, ya han dejado de batallar y se han dejado vencer por el error. Nosotros, los realistas de la vida, los que tenemos los ojos abiertos, los que no podemos inventarnos nada, debemos unirnos al sufrir y redimir con la vida esos sufrimientos de los hermanos y hermanas ciegos. Una Iglesia con un mensaje humano y claro, pero no por ello lapso y demagógico, sino directo y saludable. Ese es nuestro campo y ahí debemos sembrar la semilla del Evangelio que habita en nosotros. ¿Qué mejor sagrario para el Señor que nuestro corazón?
La misión, por tanto está en el corazón de los cristianos que viven la realidad con los ojos abiertos, sabiendo las necesidades de los hermanos, de la sociedad. Por eso la obediencia cristiana es ese momento lúcido de seguimiento al Señor Jesús. Creemos en él y es él quien nos envía. Si el mismo Señor nos ha enviado al mundo ha sido con el fin de detener la guerra, de detener todo cuanto implique oposición a la vida santa, alegre, gozosa de ser humano. Aunque pareciera que esto de ser hombre con cerebro, con conciencia inviolable cada vez se hace más extraño encontrar, porque nos movemos en sociedades descerebradas, donde es “una guerra de todos contra todos”, nos vemos y tratamos como enemigos. Ser humano ya lo hemos dicho entra dentro de la realidad cristiana, creyente. Es más no existe fe sin humanidad creyente en el Dios Creador del hombre. Quizá por eso es tan difícil ahora tener fe. Y los apóstoles hoy le dicen a Jesús: “auméntanos la fe”. Para ellos, dadas las circunstancias eso era lo que había que pedir. Ahora al hombre de hoy le hablas de fe y te mira extraño, eso no interesa, ¿fe? Para qué, responde, yo ya soy para mí dios. Y poco a poco, el corazón del ser humano se hace desértico de lo que da vida y comienza la aridez ha hacer estragos…pronto ya, el corazón, la vida estará apagada.
Sin embargo, esta petición de los apóstoles es tan necesaria como urgente. Si pedimos fe, podremos abrir los ojos, ser profetas, anunciar la vida, ser perseguidos, morir por el ideal Jesucristo; pero si no tenemos fe…entonces, seremos traidores del Señor y serviremos a otros dioses. Y, sólo hay un Dios, el de Jesús, el Dios Trino.
Ciertamente trabajar por el reino siempre será arduo, doloroso y, muchas veces decepcionante por la poca receptividad de quienes nos oyen, pero no dejamos de ser los obedientes que predican con fe, que se saben siervos pobres pero capacitados por el Espíritu.
Adelante hermanos y hermanas, adelante, Dios ama al hombre y quiere por nuestro medio que ellos le amen. FELIZ DOMINGO
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