BAUTISMO DEL SEÑOR
- comunidad monástica
- 12 ene 2019
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 13 ene 2019

Lecturas de la Fiesta: Bautismo del Señor.
Primera lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (42,1-4.6-7):
Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 28
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
V/. La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.
V/. El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,15-16.21-22):
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
Palabra del Señor.
COMENTARIO A LAS LECTURAS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
(13 de Enero de 2019)
Llega el final del tiempo de la Navidad con el colofón de esta maravillosa fiesta para nuestra alma. Toda nuestra vida queda abrazada y litúrgicamente preparada con esta fiesta santa del bautismo del Señor.
No me voy a meter en disquisiciones teológicas ni explicar este momento desde la teología. Quiero más bien concienciar mi vida, acompañar la tuya desde el beso del Espíritu Santo y su sello en nuestra vida concreta. Dios mismo con el nacimiento de su Hijo en la carne nos ha querido mostrar ese fuego santo arrollador del bautismo, sello que marca de forma indeleble, porque en Dios no puede haber una elección a medias, ni un compromiso circunstancial o un “querer” momentáneo. Dios se ha comprometido en su Hijo a la Redención del hombre, a ser su amigo y su Dios. Por eso, en Él, todo es eterno, sus actos en el Hijo amado serán igualmente divinos y con el Ungido, mostrará la eterna elección por la humanidad entera, siendo ésta el don grande a sellar con el amor de eterna promesa ya cumplida: Cristo, el Señor.
Quizás, Isaías con este pasaje nos desmonta esas ideas absurdas sobre el Siervo de Dios, cuya fuerza pareciera a veces de un súper hombre, más que del Hijo de Dios humano y comprometido. Sí, nuestra fe se basa en la confianza en su Palabra, en la vivencia de la experiencia del que se encarna por amor: Jesús. Y, Isaías nos lo presenta como “el siervo sostenido”, “el elegido”, donde “Dios se complace” y donde el Espíritu reposa con la hermosura del que todo lo habita, por eso, Jesús es el Ungido de Dios, donde toda la plenitud de la gracia reside.
Nos presenta al Ungido como la gran oportunidad del hombre de ser libre, de entenderse como el que parece que cae, pero es sostenido, el que está a punto de romperse, pero es invencible porque su fuerza es el Señor. Y viene, el Cristo, a implantar la justicia por medio de una alianza de eterna soberanía, la cual llegará con la donación y gratuidad de quien será víctima de amor por nosotros. La misión del Mesías es abrir los ojos a los que no ven, sacar a los cautivos de la prisión, romper las tinieblas del error en el corazón del hombre.
Ya podemos comenzar a vislumbrar la fuerza auténtica del bautismo de fuego, de Iglesia y comunidad santa, bautismo que viene a nosotros y nos marca con el sello de la libertad y el gozo, sello de compromiso de Dios con el hombre y del hombre con el Dios que lo ama.
El bautismo es el sacramento del inicio de una amistad profunda con el Señor nuestro Dios. En el bautismo no hay, nos dice el apóstol, “acepción de personas”, sino que está abierto a todos aquellos que en su vida quieren más luz que sombras, más sentido común que manipulación, más conciencia de hijos que de esclavos. Podemos seguir predicando sin motivación los sacramentos, entre ellos el bautismo, pero se necesita recuperar en ellos, el valor que ofrecen y de lo que están contenidos. Porque éstos, no son meras herramientas de hombres inventores de necesidades espirituales y trascendentes, sino los frutos del Costado de Jesús en su ofrecimiento en la cruz. Sí, de este crucificado nacen los sacramentos “como vientos huracanados que cumplen sus órdenes”, sacramentos que sellan un pacto, un compromiso de Dios y una respuesta libre del hombre. No hay excusa. Los sacramentos son el culmen de una vida que se pasó haciendo el bien.
Vivir de los sacramentos y, entender el bautismo como sacramento de amistad con el Dios que nos hace hijos en el Hijo y hermanos con los hermanos es la decisión de dedicarse a curar las heridas históricas propias y, de los demás. ¿Por qué no volvernos servidores del Médico Eterno para curar a los demás de forma humilde? Siendo curados, podremos curar. Teniendo conciencia de nuestro bautismo, sabremos que los demás no son ajenos a mi vida, a mis días, sino proyectos de amor de Dios que sanan, que tocan realidades humanas y las reconstruyen con la caridad del viento de quien nos ha ungido como miembros y discípulos del Reino. Estar bautizados es estar con Dios, ser habitados por el ideal del Evangelio y capacitados para existir de forma creyente.
Y, el bautismo no crea confusión sobre quien soy, todo lo contrario, me abre los ojos a la realidad concreta de lo que soy. Es una verdadera terapia de conciencia. El bautismo no me llena de orgullo y vanidad frente a los demás, sino de fraterna comunión al saber que pertenezco al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Y, la comunidad creyente no es una comunidad egocéntrica cuyos bienes o privilegios provienen de su orgulloso origen, no.
La Iglesia sabe quién es y a quien predica. La Iglesia es como Juan, el Bautista, tiene muy clara su misión y por eso es fiel a la Tradición de la misma, siendo ella el lugar donde se Deposita la fe cristiana. Ella bautiza ya no sólo con agua, sino con fuego, es decir con los dones del Espíritu Santo. Ella, como esposa del Señor tiene la autoridad divina de introducir a muchos en las entrañas de Dios por medio de este Costado bautismal del Señor Jesús. El poder de ella viene de lo alto y, no hace nada sin la escucha atenta del mismo Espíritu que es quien manda en el corazón eclesial.
Jesús le ha dado tal poder. Parece que nos da miedo este poder, esa gracia recibida y que con timidez solemos hablar y mostrar las gracias que se nos dan con este sacramento de iniciación a la vida de la fe. Jesús se acerca a Juan, ¿para recibir un bautismo? No. Todos los santos padres llegan a la misma conclusión de que este acercarse Jesús a Juan es para mostrar una realidad que ya está entre nosotros: el Vino nuevo, las bodas del Reino, el gozo de no ser abandonados ante nuestra suerte, sino dados al corazón mismo de Dios por medio de las aguas y del Espíritu que nos recuerda el amor eterno del que nos ha dado a su Hijo amado, al predilecto. Jesús es el Santo, el Puro e Inmaculado Cordero que quita el pecado del mundo, por eso él no necesita el bautismo entendido como el que recibimos nosotros, sino que es Él el que nos muestra cómo el paso del bautismo es reparador de brechas interiores, de conquistas del hombre que pasa de lo viejo a lo nuevo. La humildad de Cristo en este momento es esencial para entender nuestro bautismo como sacramento. Porque Él, de nuevo se abaja. Entendamos el bautismo nuestro como un paso de comunión y pertenencia a Jesús: soy para Él por medio de esta agua y Espíritu que me hacen hijo y hermano, comunidad y servicio evangélico. La fuerza de Cristo viene de lo alto y, ¿la nuestra? Los fracasos a los que nos exponemos todos los días son el signo de que seguimos pensado, creyendo, que somos fuertes en nosotros mismos. No, no lo somos, pero si reconocemos la filiación en Cristo, entonces, sí seremos fuertes en la tentación, arriesgados en el amor y comprometidos en la humanidad.
FELIZ DOMINGO, FELIZ BAUTISMO.
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